martes, 10 de noviembre de 2009

ZAMBA DE LA CANDELARIA




Zamba de La Candelaria
(1952)

Notas de Jaime Dávalos (Transcripto del Libro Cancionero – pág. 93 a 95)

“Nació esta zamba una tarde de ésas que se yapan con el
alba, en lo de Poncho Marrupe; en la vieja casa de la finca
La Candelaria, delicioso paraje del Valle de Lerma, sobre
las regueras del Río de Arias, allá… entre algarrobos y
talares, tuscas y sauces playeros, donde en la umbría del
monte se oye el moroso canto del zorzal en contrapunto con
el isócrono lamento del crespín.
Ahí, protegidos por la hospitalidad frondosa del Poncho
Marrupe, nos reuníamos “los locos”, título nobiliario con
que la gente convencional distinguía tradicionalmente a los
Dávalos…
…Hoy como ayer la juventud es loca… ¡Dios nos libre de que
sea de otra manera¡

Nuestro Poncho auspiciaba guitarreadas amistosas hasta el
último canto del gallo y más allá, si la sed de los
“quemadores” no amainaba. Salta sobrevivía los últimos
esplendores de la moneda en la generosa disposición para el
agasajo que tenía la gente…
…A Marrupe no le faltaban novillos gordos y voluntad para un
aparte si se ofrecía carnear para hacer una guatia y
remendar los estómagos sin fondo de la poesía o la música,
mientras sábado a sábado los amigos le ayudaran a
sobrellevar el tedio de la vida y la angustia de los
atardeceres en el campo, ese crimen horizontal del día…
… Los días con su fugacidad tentaban el corazón a ver en
ellos una representación, un aviso de los dioses,
queriéndonos alertar contra las ilusión ingenua de eternidad
con que suele embriagarnos la luz del pleno día. Tal vez,
nosotros, en nuestras cacharpayas, estamos repitiendo
inconscientemente un acto religioso, viejo como nuestra
sangre. Cuando encendemos el fuego del fogón criollo,
estamos encendiendo el mismo en que se calentaron las manos
los artífices del sílice y del hueso, o ante el que bailaron
para encantar al sol los sacerdotes del incario.

En una de esas cacharpayas, de esas despedidas
tradicionales, nació la música de esta zamba. Sin saberlo,
con ella, Poncho Marrupe, Eduardo y Arturo, se despedían de
la edad de oro de la sangre, cuando el canto es un hacer
comunitario en el que sin prevenciones inhibitorias se unen
los hombres a través de siglos de intemperie y olvidos.
Yo no había concurrido aquella vez a la fiesta. Era un ser
hosco, melancólico y hasta molesto por mi afán de llevarlo
todo a la prueba del absoluto. Eduardo y Arturo llegaron
amanecidos a mi habitación, me zamarrearon, me sacaron el
colchón a tirones (yo seguía durmiendo, ya de marido de mi
colchón). Al fin me despertaron y cuando me salamerió Arturo
(ese gran corazón) para que le disculpara la violencia del
método, nos fuimos al fondo de la casa, al cuarto de
planchar, ese que siempre huele a trapo quemado, y ahí,
sobre un papel de astrasa en que Hernán, mi hermano menor,
había traído envueltas unas rodajas de mortadela y pan,
borroneé los primeros versos de la letra de aquella canción
en que también nosotros nos construíamos con los ojos
mojados de llanto y cantando hasta que guitarras, voces,
brindis, apretones de manos, abrazos y besos… la embriaguez
ancestral de la fraternidad, demolieran los tímpanos, el
silencio, los muros del cuartucho.
La canción corrió hacia el pueblo cargada con la fuerza de
lo que en ella apenas pudimos balbucir. Anduvo en los
boliches, peñas, despedidas y churrasqueadas, visitando la
reunión humana, en busca de bocas que la digan como una
fórmula mágica para crear comunicación.

Yo estaba en los Valles Calchaquíes, trabajando con mi amigo
Juan José Coll una finquita en que pensábamos poner viñas.
Un día me llega una carta de Falú; me pide que registre la
canción; que le corrija la segunda estrofa porque en ella lo
nombro a Marrupe y este dice que le estamos haciendo fama de
fiestero en todo el país. Ante mi silencio, Eduardo Falú,
que quiere grabarla, le cambia la segunda copla y le pone:

La acunaron esos ríos,
que murmuran al pasar,
y el viento de los inviernos
le dio la tristeza que la hace llorar.

Disculpen, lectores amigos, sólo estoy haciendo crónica,
cosas que pasaron digo, sin pretensión de hacer literatura y
con la cordial intención de crearles un clima para oírlo a
Eduardo decir la Zamba de La Candelaria.”
Nota:
Si bien Jaime Dávalos no recita la copla original en la que nombra a Marrupe, existe una grabación de Los Chalchaleros en la que cantan la letra original. Resulta evidente que Jaime Dávalos no quiso cambiar la copla original, sin embargo el hecho de que en todos los cancioneros figure la versión con la copla cambiada hace pensar que finalmente se registró de esta manera, y probablemente lo hizo Falú como co-autor. También debe tenerse en cuenta que Los Chalchaleros eran asiduos concurrentes a esas reuniones y probablemente allí aprendieron la letra original, de modo que al grabarla la cantaron como la sabían. Además era usual que las letras se aprendieran "de oído", y es conocido el cambio hecho por Los Chalchaleros a la zamba Angélica ("tu pelo" en vez de "tu velo"), que habían copiado de una versión de Los Quilla Huasi, o en A qué volver, tomada de una versión de Falú, donde cambian "para que duela tu ausencia" por "para que muera tu ausencia". Entonces para quienes no hayan escuchado la versión original de la Zamba de La Candelaria, aquí va la segunda copla.
En lo de Poncho Marrupe...
déle tomar y obligar,
se nos va alegrando el vino
cantando esta zamba, La Candelaria.
Esta zamba fue grabada por Los Chalchas el 9 de mayo de 1957, en el LP “Los Chalchaleros en RCA Víctor”

2 comentarios:

  1. Hola Carlitos y amigos de espíritu del folclore.Esta zamba "La candelaria", tuvo otro final(estribillo), poco conocido ya que no se canto y grabo con el mismo.Pero pa' dentro i'casa,solía entonarlo Dicky Dávalos y era así:Cuando madure la noche,zumo de mi soledad, ramito de albaca verde ,caliente se me hace que me ahí de celar. y referenciaba esto como algo que se había cambiado vaya uno a saber porque?Jorge"el cola"

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  2. Exelente. Donde se puede coseguir el libro cansionero, de que año es y quien seria su autor

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